
Nuestra opinión: regular
Un Alegato Sobre La Marginalidad
"Pagar el pato (tango para dos)", de Dino Armas.
Intérpretes: Mónica Buscaglia, Fernando Armani, Yasmin Barrera y Alejandro Giménez.
Música: Rodolfo Mederos.
Vestuario: Maricló Cureti.
Escenografía: Dante Leal.
Dirección de puesta coreográfica: Mecha Fernández.
Dirección de actores y puesta en escena: Patricia Pisani y Graciela Balletti.
Considerado uno de los autores más relevantes del drama realista uruguayo, Dino Armas.... ...se da a conocer por primera vez en la Argentina con una pieza que muestra a personajes cotidianos que exponen cruelmente una marginalidad conocida y que además transitan una línea realista próxima a lo patético.
Considerado "un maestro del humor negro y de un grotesco rioplatense actualizado", Armas hace gala de esos valores también en "Pagar el pato (tango para dos)", una pieza en la que trabaja dos planos de una misma realidad.
Un hombre inescrupuloso (Omar) se aprovecha de la pobreza y compra a seres más pobres que él y los pone a mendigar en la calle quedándose con un porcentaje de lo que ellos obtienen. Esa es su historia, su mala vida. Se aprovecha de Roma y la integra a su negocio. Pero en ella su patrón adquiere otras connotaciones. En una primera parte el autor sólo muestra esa relación entre ellos, en tanto que una segunda es ella la que habla, la que se muestra más a pleno y la que además desbarata buena parte del negocio del otro.
"Pagar el pato" se transforma así en un alegato sobre ciertas conductas que dominan los sectores más bajos de nuestra sociedad, donde también la malignidad es moneda corriente y donde, aunque uno no lo crea, algunos sacan partido de la miseria de los otros.
Obra de personajes
El texto de Dino Armas es muy contundente. Sus diálogos directos, sus personajes en apariencia simples, pero de intrincadas conductas, resultan prototipos impensados para un espectador medio.
La puesta de Patricia Pisani y Graciela Balletti se detiene sobre todo en el mundo que habitan Roma y Omar, cuando en verdad ésta es una obra de personajes y son únicamente ellos los que pueden potenciar este drama. Mientras el trabajo de Fernando Armani no termina de definirse porque el intérprete no encuentra el tono exacto de ese hombre que es algo más que un simple perverso, Mónica Buscaglia gana espacio con su personaje, que sobre todo en el monólogo de la segunda parte engrandece con una interpretación precisa.
Dos bailarines aparecen en la puesta intentando completar ese mundo pero no terminan de ser ni asistentes escénicos ni verdaderos personajes por cuanto su función es muy difusa. Y en más de una oportunidad la aparición de ellos quiebra con cierto dramatismo de la acción.
En verdad a esta puesta le falta intimidad, ese hombre y esa mujer actúan así porque están muy cercados por la sociedad y por sus mundos privados. Las directoras todo el tiempo buscan crear un juego escénico que los aparta de su verdadero lugar y allí muchos de los efectos a los que apuesta el texto se van perdiendo.
Carlos Pacheco
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