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DORA BARET, ACTRIZ, DOCENTE Y PRODUCTORA

 

Empecé una nueva etapa de mi vida

 

Protagoniza Un Tranvía Llamado Deseo, en el teatro de su hijo, y proyecta dirigir y hacer TV.

 

por MABEL ITZCOVICH

 

¿Cómo es trabajar en el teatro del que tu hijo es el empresario?

 

El Actors Studio es de Matías, que tiene 26 años. Encontró esta sala hace tres años; estaba semidestruida, al lado del teatro Lasalle, y la transformó en algo mágico, donde ahora hago Un tranvía llamado Deseo. Es como un lugar de los subsuelos de París o de Nueva Orleans.

 

Tu otro hijo, Emanuel, es mago. ¿Te gusta que se hayan dedicado al espectáculo?

 

Por un lado me siento feliz por la elección que han hecho; por otro, siento que sufren bastante. No es fácil hacer lo que quieren hacer. Emanuel es un mago idealista y su pasión es realizar un espectáculo como el que hizo hace unos años en el Liceo o como el de David Copperfield. Pero no hay productores.

 

Siendo hijos de actores, ¿por qué creés que no eligieron la actuación?

 

Emanuel dice que el mago es un actor. Y es verdad. Tiene una formación: ha hecho cursos, incluso con su padre, Carlos Gandolfo. El, sobre el escenario, hace un show. Y Matías creo que apunta hacia la dirección. Pero por ahora, como empresario, le cuesta mucho mantener este teatro.

 

¿Por qué elegiste Un tranvía...?

 

Siempre tuve el deseo de hacer esta obra en forma experimental, fuera de los circuitos comerciales y sin productor. Igual que como trabajaba hace 45 años cuando era una estudiante de Heddy Crilla y empecé mi carrera en una profesión donde lo fundamental era generar un laboratorio de la interpretación.

 

¿Habías perdido el placer de la profesión?

 

Sentía que en el camino todo esto se fue mezclando con otros imperativos, la necesidad económica o el ego. Con Un tranvía... me di cuenta de que había recuperado aquel camino y lo que había aprendido en las escuelas a las que concurrí.

 

¿Qué vigencia tiene hoy ese texto?

 

Toda la obra está diciendo: Ojo, no nos quedemos en la brutalidad, no nos paralicemos con lo que está pasando, con los asesinatos, robos, el gatillo fácil. Lo decía Tennessee Williams en los años 40, cuando en los Estados Unidos estos hechos eran moneda corriente, y que hoy es la realidad que nos asfixia.

 

¿Qué otras cosas estás haciendo?

 

Quiero estimular todo lo que tiene que ver con el teatro independiente. Además, la escuela de actuación ha pasado a ser el objetivo de mi vida, en la que trabajamos desde la expresión de la voz hasta acrobacia, musica, tai chi, canto y todo lo relacionado con el cuerpo. Por otra parte, con Jorge Palaz, Edgardo Nieva y Diana Alvarez presentamos en ATC un proyecto de un unitario sobre el tema de las adicciones. Me gustaría hacerlo. Pero también me gustaría dedicarme a la dirección.

 

¿Qué te gustaría dirigir?

 

Obras como las de Tennessee Williams, que provocan al espectador. Quiero elegir, si no prefiero estar donde estoy. En ese sentido, siento que empecé una etapa nueva de mi vida.

 

¿De qué se trata esa nueva etapa?

 

Creo que tiene que ver con un curso de ontología del lenguaje, que hice los últimos tres años. Es una investigación sobre los códigos de comunicación social, basada en filósofos como Nietzche y Heidegger, que muestra cómo, con la profundización del lenguaje, se puede cambiar la mentalidad y acercarse a la gente.

 

¿La tuya cambió?

 

Antes esperaba que me llamaran, que mi futuro se generara desde afuera. Ahora lo genero yo.

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