
Dora Baret, impecable en Luz de Gas.
ILUMINACIÓN ARTIFICIAL
por Norma Dumas
CALIFICACION: MUY BUENA
Cualquier truculencia es menos efectiva en la pantalla que entre bastidores, donde puede excitarse manejando la reacción del publico a su antojo.
Aunque el teatro le envidió siempre al cine su enigmático Hitchcock, pudo llegar a conseguir su cuota de espeluznancia propia. Cuando Patrick Hamilton concibió LUZ DE GAS, contaba con que George Cukor la llevaría a un set de Hollywood y que Matias Gandolfo la trasladaría a un escenario porteño.
En nuestra exclusiva y trascendente versión, la consternadora luz volvió a encenderse.
Impecablemente proyectivo es el trabajo y el rutilante artificio interpretativo de Dora Baret. Su asimilación de la torturada Bella Manning es perfecta, sin dejar de lado ninguna complementaria subjetividad.
Su hijo Gandolfo demostró --fiel a ese dicho popular-- que "lo que se hereda no se roba".
A Baret la siguen un Jorge Sassi bien identificado con su papel, un demasiado eufonizado Gustavo Cenatiempo y las correctas Carolina Laursen y Vilma Ferran.
Excelente la ambientación de Guilllermo de la Torre.
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