
LA NACION: **** (Muy Buena)
Cuando la intriga atrapa al espectador
Luz de gas, de Patrick Hamilton.
Versión y dirección: Matías Gandolfo.
Traducción: Pablo Rey.
Intérpretes: Dora Baret, Jorge Sassi, Carolina Laursen, Vilma Ferran, Gustavo Cenatiempo.
Diseño escenográfico: Guillermo de la Torre.
Diseño de vestuario: René Diviú.
Diseño de iluminación: Jorge Merzari.
Asistente de dirección: Ariel Grauer.
En Actors Studio (Díaz Vélez 3842).
Funciones: sábados, a las 21.30; domingos, a las 20.
Duración: 80 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Un matrimonio y dos criadas habitan una vieja casona. Bella se muestra consternada y enferma, y Jack, su marido, expone un fuerte dominio sobre ella; tanto que la amenaza continuamente con internarla si sus males siguen. Inesperadamente alguien llegará a la casa y, con un sinnúmero de datos, posibilitará que la vida de esta mujer se modifique notablemente. El detective Doyle tiene entre sus manos información muy contundente acerca del pasado de Jack: un asesino que, por ambición, mató a una anciana de su familia que vivía, precisamente, en ese mismo lugar.
Aunque hoy Luz de gas , como texto propiamente dicho, muestra el paso del tiempo en su estructura, debe reconocerse que sus personajes tienen un atractivo particular para los actores. Componerlos significa ingresar en un rico mundo de contradicciones y los enfrentamientos que se dan entre ellos, si son bien aprovechados, pueden hacer que la trama se desarrolle haciendo crecer una intriga que, sin dudas, atrapará al espectador.
En ese sentido el trabajo del director Matías Gandolfo es muy acertado. Las criaturas que modela están sumamente definidas hasta en pequeñas actitudes y entonces el espectáculo demuestra creatividad y rigor en la construcción de cada una de las situaciones. Logra, además, un clima muy efectivo, donde en más de una oportunidad la sorpresa movilizará la atención del público.
Histrionismo
En los roles protagónicos, Dora Baret (Bella) y Jorge Sassi (Jack) hacen gala de un fuerte histrionismo. Cada uno es muy detallista a la hora de concebir su personaje y ambos encuentran de continuo el tono y el gesto exactos que corresponden a cada momento. La introspección y el miedo de ella, poco a poco, se van transformando en un interesante vigor en pos de descubrir la verdad. Y la intrigante personalidad de él se desvanece con fuerza, al final, cuando el crimen pasado se devela.
Los tres intérpretes que los acompañan muestran también una fuerte creatividad. Gustavo Cenatiempo (detective Doyle) juega en el límite entre la pasión que le produce su profesión y que lo vuelve muy convencido de quien es, y el riesgo que provoca entrar en la personalidad de Bella, para llegar a confirmar que sus suposiciones son reales. Vilma Ferran construye una muy deliciosa criada mayor, con unas dosis de pequeño humor muy sobresalientes. Gisela van Lacke tiene la astucia necesaria que su personaje demanda.
Con destacados aportes en los rubros técnicos, Guillermo de la Torre (escenografía), René Diviú (vestuario) y Jorge Merzari (iluminación) construyen un marco muy adecuado para que esta propuesta trascienda sus valores.
Carlos Pacheco
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