
teatro
Misterio psicológico con final sorpresivo
por Susana FreireSecreto culposo / Autor: Roger Mortimer-Smith / Traducción: Pablo Rey / Adaptación: Matías Gandolfo / Intérpretes: Miguel Ávila, Claudio Santorelli, Florencia Moeremans y Fabián Petroni / Vestuario y escenografía: René Diviú / Luces: Jorge Merzari / Dirección: Matías Gandolfo / Sala: Actors Studio, Díaz Vélez 3842 (4983-9883) / Duración: 97 minutos / Nuestra opinión: buena
Confeso amante del policial y devoto de Alfred Hitchcock, Matías Gandolfo vuelve al género, en versión teatral, tal como lo hizo con La soga, Asesino, Luz de gas. En este caso, se trata de Secreto culposo, del inglés Mortimer-Smith, un autor que se basa en el juego psicológico de los personajes más que en la acción misma. Es atractivo porque no es habitual ver sobre la escena propuestas de neto corte policial, con suspenso e intrigas.
Es un argumento, que no conviene revelar, por momentos desconcertante, que busca sorprender al público al hacerle creer que se está encaminado hacia la resolución, cuando, en realidad, con una vuelta de tuerca, el autor plantea otra posibilidad y lo lleva por otro camino para llegar al desenlace. Interesante porque es un recurso que se repite y obliga al espectador a estar muy atento ante la posibilidad de un cambio que no se anticipa ni se espera.
Todo comienza con un secuestro que, a pesar de todos los inconvenientes, resulta exitoso, aunque con un aparente desenlace trágico. Luego, cuando el crimen parece haber sido resuelto, un giro coloca al público frente a una nueva coyuntura.
Por las características del estilo autoral, la pieza se apoya netamente en los diálogos que definen los perfiles psicológicos de los personajes. Es una situación que obliga a un ritmo muy preciso y ajustado para no caer en mesetas discursivas que dilatan el relato, lo que en esta puesta sucede en algunas pocas instancias.
Lo valioso reside en el elenco, especialmente masculino, en el que Miguel Ávila, Claudio Santorelli y Fabián Petroni logran composiciones elocuentes y muy convincentes. Florencia Moeremans, por su parte, acierta en la descripción de su personaje, pero su expresión vocal es tan precipitada y vertiginosa que se pierde parte de sus parlamentos.
Tanto la escenografía como el vestuario no presentan fisuras, del mismo modo que los efectos sonoros y visuales, ilustrados acertadamente por una iluminación contrastante.
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