Algunos de los problemas de la actuación, pueden aparecer en la EXPRESION. Por ejemplo, una imaginación activa, no necesariamente nos garantiza una buena expresión. Esto nos hace caer en que, el cliché o la actuación convencional, hace que un actor sea mediocre.
A otros actores les afecta el problema de la inexpresividad, donde su imaginación parece muerta o no expresan sus impulsos.
Otro tipo de actor, nos muestra alguna expresión involuntaria, la cual surge del nerviosismo.
Otro problema surge, cuando la expresión es interrumpida al forzar la emoción. Cliché: El actor llega a una escena —la conozca o no— con fuertes ideas conscientes e inconscientes, acerca de cómo debiera ser representada. El actor sale al escenario, pero incluso antes de que empiece a trabajar en él, ya tiene en su mente una idea clara de como debe hacerse la escena. ¿De dónde puede haber surgido tal idea? Con toda seguridad, de la inclinación del ser humano a una respuesta habitual, que en el teatro conduce a lo que Stanislavski llamaba cliché. Es difícil para el actor percibir lo ferozmente que el cliché se aferra a él. El molde convencional retiene para el actor la atracción de una seguridad. Después de todo, una convención llega a serlo porque ha probado su efectividad. Se ha llevado años desarro¬llarse, es aceptable e impresionante. Puede que sea falsa, pero en la escena da resultado. El profesor cobra una importancia capital cuando se trata de borrar la rutina convencional. Su tarea principal consiste en la destrucción del cliché.
Strasberg suele emplear ejercicios abstractos al tratar del problema del cliché: Tengo un ejercicio demencial que cumplir, lo que llamáis la idea de: "ya estamos aquí y vamos a ver lo que pasa". Consiste en un permiso para hacer cualquier cosa. El actor escoge cualquier parlamento o monólogo y se dice a sí mismo: "voy a sentarme aquí y trabajar con estas palabras". No prepara la forma en que va a decirlas, ni se preocupa de si se pone emociona o no. El propósito es ver si el actor permitirá o no que se incluya en las palabras lo que él está pensando. El ejercicio está diseñado para hacer al instrumento completamente libre para responder a cualquier impulso que penetre en el. El puede sólo incluir en las frases cualquier pensamiento que pase por su mente en ese momento, no importa lo que sea. Es muy útil al tratar con actores que habían tenido un problema emocional en el que podían sentir, pero para los que expresar ese sentimiento era difícil. Lo que ocurre en el actor o actriz, en su interior, es la necesidad de expresar una intuición oculta, algo que quiere salir y es distinto a lo convencional. Y esto no es algo satisfecho, pero trata de hacer lo necesario a través del tono.
El hábito de la inexpresividad: La Inexpresividad constituye quizá un problema más serio que el del cliché, porque, después de todo, éste constituye un intento de dar sentido a la obra, aunque no lo logre más allá de un nivel superficial.
Intenta aclarar al actor que estos duraderos patrones de inexpresión se pasan a la actuación. A veces intenta aislar el pasado del actor, las experiencias y situaciones que han montado tales inhibiciones, y se ocupa de reforzar su concentración y voluntad.
La inhibición es un bloqueo de emociones que la persona necesita y desea dejar salir, pero que no puede. Esto se soluciona destruyendo el origen de este obstáculo, de lo que se seguirán resultados dramáticos.
Su experiencia con el ejercicio del momento privado y el de "canto y baile", que permiten al actor inhibido mostrar y hacer cosas que él sabe que puede realizar, ilustra la a veces dramática liberación de la clave de la interferencia. Otras veces, el problema puede ser aliviado sencillamente logrando que el actor descanse y se relaje.
Una técnica requiere que el actor prepare un ejercicio de momento privado, o un personaje y una escena que se relacionen estrechamente con él. Comienza con el momento privado, que está, por supuesto, improvisado. Cuando su realidad interna ha sido suficientemente excitada por el momento privado, de forma que impulso, concentración y expresión son plenos, da comienzo a la escena —que está a veces, aunque no siempre, improvisada— y trata de guardar del momento privado la plenitud del impulso y la libertad de expresión. Esta última es estimulada a un mayor grado durante la escena, siguiendo las órdenes de Strasberg.
Nerviosismo: Reonocer el nerviosismo supone ya una forma de tratarlo. El actor tiene que hacer ambas cosas: hacer lo que quiere y darse cuenta de lo que está haciendo. Si el actor es nervioso, entonces el personaje estará nervioso. Y si los nervios reales y verdaderos se intentan ocultar, este se hace aun mas obvio.
Por lo tanto, lo primero que el actor debe hacer al tratar de solucionar esto, es decir: “¡Qué importa, estoy nervioso!”. No es nada malo. El personaje puede ser así, así es que ¿Qué hay de malo en ello?
Forzar el ritmo: Toda acción forzada dificulta la imaginación y distorsiona la expresión. Evita que el impulso fluya naturalmente y completamente, y se llega a la raíz de la cuestión del tiempo sin embargo, el ritmo apropiado a la autentica expresión están relacionados con las demandas del material del dramaturgo, lo mismo que con la realidad técnica del actor.
Tomarse el tiempo que se necesita, es lo que hace que la obra tenga vida propia. Hace resaltar su contextura. El público va con los acontecimientos y con la situación, y las palabras no surgen vacías, melodramáticas y obvias.
Fusión: La expresión se dividió inconscientemente. No pretendías eso, pero, no obstante, se dividió a sí misma en momentos en los que estabas realmente expresando algo que te estaba pasando dentro de ti; y luego se dividió en otros momentos en los que tu comportamiento parecía decir: "Ahora hablo", o "Ahora hablo para ser oído". En esos instantes en los que sentiste la inconsciente necesidad de mantener e impedir las palabras, caíste en dos formas de expresarlas. Una seguía el método convencional de ejercer una energía. Esto continuaría hasta que alcanzases un punto álgido, en el que se produciría un cambio y te relajarías, porque o no podrías ir más lejos, desde el punto de vista vocal, o algo te pasaría interiormente. Tan pronto como te relajaste, diste con el tono que nos pareció ser el apropiado.
Parecía casi una separación entre lo que tú estabas haciendo para ti y lo que se había de hacer con las palabras.
La forma en que se nos entrena para la vida diaria, produce una pequeña desconexión en todos nosotros entre lo que sentimos y la capacidad que poseemos para expresarlo.
El sentido de la verdad: El trabajo consiste en permitirle crear lo que haya de ser creado, y también, capacitarle para compartir con otros una experiencia que está creando en ese momento. Uno de los objetivo es el de permitirle dar vida al actor, con ayuda de la imaginación, a una auténtica experiencia que, la mayor parte de las veces, no está allí en el escenario. Nos estamos refiriendo a objetos y memoria sensorial. Poseemos una gran cantidad de términos especiales. Pero todas estas cosas existen sólo para ayudar al actor a ser útil.
En una actuación, quedarse confuso por el resultado significa estar dispuesto a ir donde ésta te lleve, en lugar de ir donde uno piensa que debería conducirle. El actor percibe con frecuencia algo en su mente. Puede que tenga una idea de cómo se debería interpretar el papel, y utiliza un objeto en particular, un objeto o una memoria afectiva, porque piensa que le ayudará a conseguir el "cómo" que él ve en su mente. Sin embargo, este determinado "objeto" resulta tener propiedades diferentes de las que él había considerado, pero, como no está dispuesto a que su mente se quede atrás, dice: "Iré dondequiera que "esto" me lleve." Insiste en seguir adelante en la dirección que inconscientemente piensa que debe de ir. Cree que está haciendo lo correcto, pero la verdad es que continúa haciéndolo mal.